Carda abrió la puerta de su casa y puso su maletín rosa en el piso. Caminó hacia la cocina y observó a Momo, ella lavaba platos limpios totalmente distraída. Se mantuvo en silencio aproximadamente cinco minutos y trece segundos, catorce segundos. Habló:
-Amor, tengo una bicicleta, tú tienes una también ¿te parece si vamos a dar un paseo?
Momo lo miró y permaneció en silencio aproximadamente cinco minutos y trece segundos, catorce segundos. Después contestó:
-Claro, pero tu bicicleta debe tener una canasta y una campanilla que haga ruido, como la mía. Además algo me preocupa, ¿estás seguro que no la tomaste prestada?
Carda miró al techo, después cerró los ojos para buscar la respuesta dentro de su cabeza, aparentemente no la encontró. Se dio la vuelta, salió de la cocina, tomó su portafolio rosa del piso y salió de su casa.
Momo terminó de lavar los trastes y salió por la ventana. En el jardín encontró a Carda. Lo observó. Se mantuvo en silencio aproximadamente cuatro minutos y trece segundos, catorce segundos. Después habló:
-Tengo una capa, mi amor. Es algo ridícula, está algo rota al frente. No sé si se me vea bien, ¿tú qué opinas?
Carda hizo una imagen mental de la capa y contestó:
-Ya sé cuál es, creo que se te ve bien.
Momo sonrió y le dio un beso en la mejilla. Lo tomó de la mano y entraron juntos a la casa. Recorrieron todos los recovecos secretos de su hogar. Se fascinaban con sus pertenencias como si fuera la primera vez que las veían.
Después de un rato Carda y Momo se sentaron en la sala, aún seguían tomados de la mano. Observaban la pared sin parpadear como dos maniquíes hermosos y aterradores. De pronto un tenue sonido los hizo reaccionar, parecía que alguien rascara algo. Carda y Momo se miraron el uno al otro. Permanecieron en silencio aproximadamente tres minutos y trece segundos, catorce segundos. Después preguntaron al unísono:
-¿Qué es ese ruido?
Carda se levantó y comenzó a buscar la fuente del persistente pero agradable sonido. Revisó las paredes de arriba a abajo, miró dentro de la chimenea, debajo de los sillones y detrás del pequeño cofre que poseían pero no pudo encontrar nada. Finalmente Momo interrumpió su búsqueda.
-Amor recordé que el ruido lo produce Gerald, está detrás de una de las paredes.
-¿Gerald? ¿Quién es Gerald?
-Un ratón mi amor, lo llamé Gerald, no sé por qué, llegó hace como dos semanas, creo que busca algo, algo importante.
– Gerald…buen nombre para un ratón. Buen nombre…bueno y útil como los diminutos colmillos de las libélulas.
-Es un poco viejo, pero es un buen ratón, creo que busca algo, algo importante.
Carda volvió a su sitio y besó a Momo. Hicieron el amor sobre el sillón. Sólo se podía escuchar la respiración agitada de ambos y el rechinar de los resortes del mueble. Cuando terminaron Momo hundió sus ojos en los de su compañero. Carda sonrió y le susurró algo al oído. Los dos se abrazaron y permanecieron en silencio aproximadamente dos minutos y trece segundos, catorce segundos. Después Momo dijo:
-Vamos a la cocina, quiero presentarte a unos amigos.
-¡Genial! Vamos.
Momo sacó del horno una charola repleta de galletas de jengibre con forma de hombrecillos graciosos.
-Toma un par si quieres
Sin dudar Carda tomó dos hombrecillos y les arrancó la cabeza de una sola mordida. Los saboreó lentamente. Se podía escuchar el pequeño cerebro de las galletas crujir y destrozarse entre sus muelas.
-Están deliciosos, ¿Tú no los probarás?
-No mi amor, no podría comerme a mis pequeños amigos, además los hice para ti.
Momo dudó y sostuvo entre sus dedos una galleta. El hombrecillo la miró con temor, quería conservar su cerebro. Ella dudó por un minuto y trece segundos, catorce segundos. Después le arrancó sin piedad la pequeña cabeza.
-¡Están deliciosos! ¿Verdad que sí? Toma otro, toma dos más, tres si quieres, tómalos, ¡toma uno más!
Carda le arrancó la cabeza a cada uno de las personitas que había aún en la charola. Si hubieran sido humanos aquello estaría cubierto de sangre, una masacre, una pesadilla.
-¡Estoy lleno! Creo que tendremos que dejar los cuerpos ahí, quizás los coma mañana. Deberíamos ir al cuarto ahora ¿no crees?
-¿Al cuarto de los sonidos?
Carda asintió con la cabeza. Tomó de la mano a Momo y subieron las escaleras a toda velocidad. Parecían dos niños que corren para ir al cine, al circo o a su dulcería favorita, dos niños maniquíes hermosos y aterradores.
Entraron al cuarto vacío y el silencio era absoluto.
Carda apretó un botón rojo que había en la pared. Sonaron tambores secos, primitivos. Los siguieron unas pequeñas campanas, después triángulos, cascabeles, claves, timbales, tarolas, bongoes, congas, infinidad de percusiones.
Después las cuerdas: guitarras, violines, chelos, arpas, contrabajos, ukuleles, jaranas. Siguieron los alientos: flautas, trompetas, trombones, tubas, ocarinas, oboes, clarinetes, saxofones. El cuarto era ensordecedor. Los ojos de Carda y de Momo brillaban de forma anormal. Una sonrisa se pintó en sus rostros, eran los dos, uno sólo, una respiración, un espectador, un amante, un fenómeno. Finalmente comenzaron a escucharse todo tipo de sonidos comunes y cotidianos: campanillas de bicicleta, tela de capas, árboles en crecimiento, relojes, perros, gatos, automóviles, aviones, llaves, armas de fuego, cucharas, grillos, cristales, ratones llamados Gerald, gemidos, respiraciones agitadas, rechinidos de resortes de sillones, cerebros crujientes de hombrecillos de jengibre, capacitores, escobillas, motores de combustión interna, libélulas con colmillos, agua, fuego, gritos, risas, papel, zapatos que caminan sobre hojas secas, color rojo, color verde y amarillo, plantas de pies sobre arena húmeda en un día muy caluroso, llantos, tostadas, guajolotes, destribujulios, garkoletuvis, gracoteras, fulures rupileando, cotazarizoz paziendo, rulfinolos revueltoriando, maniquíes…el cuarto contenía todos y cada uno de los sonidos del universo.
Carda tomó una vez más la mano de Momo, la miró a los ojos y esperó aproximadamente trece segundos, catorce segundos. Acercó sus labios al oído de Momo y pronunció cinco palabras. Momo sonrió y asintió con la cabeza.
Carda devolvió sus ojos al vacío y sonrió también:
-Definitivamente eres la chica que encaja en mi mundo.